martes, 29 de noviembre de 2011

28 de noviembre de 2011


“Pies para que os quiero, si tengo alas para volar” – Frida Kahlo.

Llegué a Miami, me adapté rápido, conocí a la gente que me acompañará en esta nueva etapa y, con ellos, fui a México. Parece mentira todo lo que he hecho en apenas unos días sin escribir.

Son personas muy diferentes a mi, con unas ideas y personalidades que me resultan extrañas después de que tú y yo “tuviésemos tanto en común”. Me encantará poder aprender de ellos. Siempre me digo: aprende, disfruta, pero no pierdas el foco de quien eres. Y así, la búsqueda espiritual continuó en México.

Dormíamos en Polanco; vivimos fiestas en Condesa; corrimos riesgos en barrios desconocidos hasta llegar a los conocidos; cantamos con mariachis en la plaza Garibaldi; visitamos el centro histórico, la zona sur, Tlalpan, Coyoacan (donde residió Frida Kahlo con su amor Diego Rivera); y respiramos aire fresco azteca sobre las pirámides de Teotihuacan. Allí arriba, desde el Sol puede verse la Luna, más allá del camino de los muertos. Civilizaciones antiguas que, a pesar de sus actos bélicos, no dejaban de creer en una causa común a todas las personas que hoy pueblan el mundo: el amor. Cada 52 años se lo demostraban a los dioses que adoraban y, en su honor, levantaban una montaña que jugase con las líneas de la naturaleza que ese mismo Dios había creado. Por eso, no son pirámides o tumbas, son un tributo, las casas para sus dioses.

Estos días parecía que la Fe había dejado de ser importante: todo es química, naturaleza, me dijeron. Sin embargo, resulta curioso como poco a poco volvemos a nuestro ser más profundo; igual que los mejicanos se encargan de arrancar las hierbas que cubren sus pirámides para recordar lo que un día fueron. Entre las pirámides de la Luna y el Sol, se pueden ver unos diez montículos de hierbas, que seguramente esconden más regalos. Ellos así lo creen, y por eso, no dejan de trabajar para desenterrar lo que piensan que son pirámides; si no lo hicieran, toda la gente sólo vería montañas. Creó que volveré a verlo dentro de unos años.

Frida Kahlo y Diego Rivera no hacían una bonita pareja. También fue una relación muy peculiar; pero todas las extravagancias de su amor fueron plasmadas en los poemas previos a su muerte. Directamente desde el corazón: “Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar”. “Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior” – Frida Kahlo.

“La felicidad suprema del vivir es el amor en todas su formas” – contestó él.

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