sábado, 22 de octubre de 2011

11 de octubre de 2011


La pérdida de contacto es una realidad. Hago esfuerzos para recordarte lo menos posible al día y, cuando siento que lo consigo, entonces me siento injusta por querer olvidar a quien me hizo tan feliz.

Recuerdo el día en que me enamoré de ti. Llegué del máster a las 22.30 a casa, agotada del trabajo y de las clases, y me sentí que llevaba un tiempo cargando con mucho peso yo sola. Me gustaba estar soltera, la paz que deja el no tener que justificarte con nadie y hacer las cosas a tu manera. Además, no soy de esas que ven en cada hombre a su hombre ideal o, por lo menos, no tengo la suerte de encontrarme hombres tan potencialmente atractivos muy a menudo. En fin, que sin saber muy bien qué necesitaba y, teniendo en cuenta que tu habías estado muy chistoso durante el descanso, te pedí que me contaras algo gracioso. A los 10 segundos, leí tu mensaje: ¿quieres mimitos?.

Fue al poco de conocernos; más bien no nos conocíamos todavía, pero siempre parecías leerme la mente. Ya se que en aquel mensaje no pretendías darme “mimitos”, pero fue el hecho de no tener que explicar lo que necesitaba (como hacen las solteras), y el apoyo que sólo te puede ofrecer una pareja.

Y así es como era nuestra conexión. Me gustaba porque parecía saltarse la fase horrible q hay en toda relación de hablar de uno mismo lo necesario para que el otro pueda llegar, al menos, a la segunda cita.

Después vino el famoso: “Olvídate de mí!”. Pero eso ya es otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario