sábado, 22 de octubre de 2011

2 de octubre de 2011


Mirando el colgante que me regalaste, he pensado que, aunque es muy bonito, no es nada yo. La verdad es que fue lo primero que pensé cuando lo vi, pero me quedé con lo bueno del detalle porque estaba centrada en tu sentimiento. No pienses que no me gusta, por favor. Para lo poco detallistas que son los hombres en general, ya es todo un logro que decidieses hacerme un regalo de cumpleaños. Es sólo que, después de todas las llamadas internacionales que te hice cuando estaba fuera, los recuerdos que te traje de mis viajes y lo mucho que pensé en tu regalo de cumpleaños, me he dado cuenta de que, ni siquiera cuando mejor estábamos en la relación,  te esforzabas en buscar un sitio que me pudiese gustar, en sacar dinero del cajero para que yo no tuviera que pagar la cena, o e enseñarme tu mundo. Todo te parecían mis reclamos y, entiéndeme bien, yo sabía de tus límites y creía en el poco a poco, pero no siento que me prestarás la atención que me merecía (en términos de calidad, no de tiempo). ¿Fue precisamente esto lo que te agobió? ¿Lo que te llevó a pensar que en este momento no podías darme más? Estoy casi segura de ello, pero ¿acaso no tenemos la obligación de hacer sentir a nuestra pareja que se merece todo lo mejor del mundo? Me decías que valorase todo el tiempo que me dedicabas, todos los días que te quedabas a dormir conmigo, pero ¿acaso no es precisamente el querer pasar el mayor tiempo posible con una persona, lo que te hace saber que quieres a esa persona? Si para ti era algo que yo tenía que valorar, ¿me querías de verdad?.

Muchos días he pensado que muchos de tus comportamientos no eran los de una persona enamorada. Una vez me dijiste que tú, es que no solías pasar tanto tiempo con tus novias, que solías mantenerlas muy separadas de tus otros amigos, de tu mundo, y que sólo cuando ya había pasado mucho tiempo, los mezclabas. Entonces pensé que quizá yo tenía una concepción un poco rígida de las relaciones; yo simplemente pensaba que como estaba tan orgullosa de ti, quería compartirlo con mis: todos; Quería hacerte especial todos los días. 

Ya no me preocupa; somos personas diferentes y actuamos de manera diferente. Era la capacidad de entendernos lo que hizo que nuestra relación fuera bien. Significa entonces que, cuando me dejaste, ¿decidiste que ya no querías entenderme, que ya no querías que yo te entendiera, y que nos íbamos a hacer daño por centrarnos en otra persona en lugar de centrarnos en nosotros mismos? Si se puede compartir, ¿por qué decidir ser egoísta?

He recordado que hace años leí, en El Alquimista, la historia de Narciso; el que iba todos los días al lago a contemplar su belleza, hasta que un día se ahogó. Cuando le preguntaron al lago por qué sentía la pérdida de Narciso, el lago respondió diciendo que, en los ojos de Narciso, podía contemplar su propia belleza. 

No espero nada a cambio de las cosas que te he dado porque en ellas, yo he puesto lo mejor de mi misma, y me encanta.

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