sábado, 22 de octubre de 2011

22 de octubre de 2011


La historia de la borracha y su lazarillo.

El otro día, durante mi viaje, pasamos un día en Aalst, un pueblo de Bélgica. En la plaza del centro había una señora, de unos 45 años, borracha como una cuba. Apenas se tenía en pie, pero trataba de caminar. A pocos metros por delante, la acompañaba su hombre. No iban abrazados, y él no trataba de ayudarla, pero su paso era lo suficientemente lento como para que ella pudiera seguirlo en zigzag.

A veces, sentimos que caminamos solos, pero en algún lugar del planeta existe un lazarillo que nos enseña el camino, y que poco a poco, se va acercando. No creo que tú pienses en guiarme ni remotamente. Pero tampoco me dejas. Hoy has vuelto a escribirme; algo sobre la hermana de una amiga tuya. ¿Crees que puedo prestarle atención a eso en medio de mi propia tormenta? Tú elegiste perderme de vista.

Yo he llevado dos carreras, dos masters, dos trabajos a la vez, y mantengo mi casa. Soy muy capaz de hacer lo que me proponga y estoy orgullosa de mi. Tú me decías que me merezco muchas cosas, que merezco mucho la pena. Aunque, por lo visto, no para ti.

En realidad, lo único que cada persona se merece es alguien que le quiera de igual modo que ella quiere. Sólo así, esa persona se convierte en tu lazarillo pase lo que pase, y donde pase.

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