lunes, 31 de octubre de 2011

31 de octubre de 2011


Abracé mi árbol tres veces, en tres días consecutivos. El primer día, no mejoré; el segundo, imploré más fuerte; y el tercero, por fin mis náuseas  desaparecieron.

Descubrí que tu ex novia tenía un blog, y lo leí. Era un diario que escribió mientras estaba contigo. Hablaba poco de ti, lo justo para que yo me diera cuenta que le habías prometido lo mismo que a mi. Cuando la dejaste, se preguntó por qué todas esas promesas habían perdido el sentido. También yo me lo pregunté.

También, describe con miedo un día en que creyó vernos por la calle. Se refiere a mi como la “furcia” que te acompañaba.

Me lo tomé bien. Comprendí que tengo la humildad necesaria como para reconocer que soy igual que ella. Igual que todas las personas que alguna vez han tenido un corazón roto y han sufrido.

Pasé un buen fin de semana, intentando dar amor a los míos, pero hoy he dado un paso atrás. Las náuseas han vuelto y estoy muy desequilibrada. Por unos días entendí que no era tan difícil aceptar que no me quisieras, porque por lo menos yo había intentado el amor incondicional.

Por eso no he conseguido escribir, porque no puedo ordenar mis pensamientos. Me siento tan vacía, sin ilusión, y sin que lo único que me hacía ilusionarme, que era empezar de nuevo en Miami, se realice, que se me han acabado las palabras de aliento. Ahora tú eres el menor de mis problemas.

Lo entiendo: es la carta de la torre fulminada. Sé que mi vida está cambiando en muchos sentidos, pero aún no hay camino para mí. Todo el mundo se empeña en que sea realista: que me has dejado, pues no importa, ya vendrá otro; que lo de Miami todavía no ha salido, pues ya saldrá; ¿cuál es el problema?

El problema es que yo no soy realista; soy una persona que cree que si deseas algo intensamente, el Universo conspira para dártelo. Y ahora, cuando más desesperada estoy, no está sucediendo.

Bueno, tengo dos opciones: ser realista y asumir que lo que quiero puede no ocurrir; o rezar para que ocurra.

La vida y el tiempo te hacen convivir con la primera; la segunda, depende de la fe de cada uno de nosotros. Si esto es lo que queda de mi mundo de fantasía, no pierdo nada por seguir intentándolo. Al fin y al cabo, si no lo hiciera, no sería yo.

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